lunes, 3 de diciembre de 2012

Ñakyrã pire


Mudas de ñakyrã (cigarras).

Regreso de un sitio donde son frecuentes los cortes de energía durante las tormentas. Donde, a falta de palmatorias, tazas vueltas boca abajo iluminan el pasillo de la casa al anochecer, invitando a recogerse a las piezas antes de la hora acostumbrada. Donde, a menudo, a la mañana siguiente el suministro eléctrico aun no se ha recuperado y, entonces, al lento discurrir de las horas se suma un extraño silencio. La estridencia de las cigarras sobre los mangos, el loco canto de los gallos, los cansinos ladridos de los perros vagabundos, alguna rana lejana..., sonidos animales que parecen sonar con más fuerza en una atmósfera limpia tras el aguacero.

Calle principal (empedrada) en Ypejhú.
Calle secundaria en Ypejhú.
Uno de los comercios de la calle principal.

Ypejhú es un sitio de cielos bajos. Llegar hasta aquí requiere mirarlos. En la estación de ómnibus de Asunción, si hay aviso de lluvias, sólo te venden boleto a Curuguaty -hasta donde llega la ruta asfaltada- y dejan a criterio del chófer cubrir el resto del trayecto. Embarrancamos en cuatro ocasiones. El pasaje local parecía conocer las pautas y bajaba del colectivo para echar una mano en la tarea de enderezar el vehículo sobre las roderas. En una ocasión, los esfuerzos fueron inútiles: hubo que recurrir al tractor de una hacienda para que nos remolcara hasta un terreno algo más firme. Tuvimos suerte porque, según me dijeron, no nos cobraron la ayuda prestada y porque, tras casi cinco horas, cubrimos los 90 kilómetros de pista de tierras rojas que separan Curuguaty de Ypejhú.

Hasta hace tres décadas el municipio sólo era una colonia en un territorio de frontera. Da risa pensar en los estrictos controles a los que te someten en los aeropuertos cuando ves con tus propios ojos lo que aquí se conoce como 'frontera seca' con Brasil, absolutamente permeable a personas y mercancías. No cuesta demasiado imaginar los vastos bosques que rodearían las casas dispersas que hoy conforman el municipio -y su vecino del otro lado, Paranhos- antes de que el negocio de la soja desembarcara en la región oriental del Paraguay bajo el empuje de terratenientes brasileños. Hoy, salvo las zonas adehesadas para pasto que aún se mantienen y el gran pulmón que supone la Reserva Natural del Bosque de Mbaracayú, las enormes plantaciones cubren buena parte del horizonte. Eran apenas unos brotes cuando llegué y casi un mes después levantan medio metro del suelo.

Casas de Ypejhú: algunas se construyen con ladrillos y luego se
revocan con vivos colores.
Casas de Ypejhú: las más tradicionales conservan la estructura
de tablas de madera.
El cambio del empedrado al asfalto marca la frontera
entre Ypejhú (Paraguay) y Paranhos (Brasil).
El viaje de regreso a Curuguaty lo hago en coche, más rápido, pero también tras una tormenta que ha dejado el camino 'feo'. Dejo atrás un espacio que ha puesto imágenes a todas mis lecturas latinoamericanas. Ahora entiendo porque, por ejemplo, el oficial del ejército paraguayo protagonista de 'La revolución en bicicleta' recorre siete kilómetros para ir a hacer la compra semanal a la despensa del pueblo. Es un territorio en el que la vida transcurre de forma tan monótona que no se podría decir si la gente es feliz, inmersa sin más en sus rutinas, o si vive petrificada, hincando la cabeza en sus quehaceres para soportar el tedio y no salir corriendo hacia no se sabe muy bien adónde. Un ambiente tranquilo en el que, aparentemente, no pasa nada y no se sabe si es porque nada tiene que pasar o porque alguien impide que pase.

Tormenta desde el patio.
Un silencio ensordecedor, como el de la noche, roto por el canto de las ñakyrá. Al día siguiente, ya en Asunción, me entero por la prensa de que esa misma noche dos sicarios han acribillado a tiros a un dirigente campesino. Cuando empecé el blog, la masacre de Curuguaty rompió mis planes para hablaros de las primeras impresiones de la capital. Casi seis meses después, quería empezar a contaros, por ejemplo, que acá un sencillo entretenimiento infantil es buscar las mudas que las cigarras dejan prendidas a los troncos cuando culminan su ciclo vital. En guaraní ñakyrã pire (literalmente, piel de cigarra) es una expresión que viene a referirse a algo vacío, algo que no tiene contenido. Como la supuesta democracia que se ha instaurado en el país.

Concentración frente a la Fiscalía el pasado sábado en Asunción
tras el asesinato del dirigente campesino Vidal Vega.
Leyenda en la camiseta de uno de los manifestantes.

domingo, 14 de octubre de 2012

Kuña Aty


Es mi primer 12 de Octubre en Latinoamérica. En España sigue celebrándose esta fecha con parada militar y besamanos de todas las autoridades del Estado al Rey. No me caben en la cabeza símbolos más rancios, y eso sólo en las formas. En el fondo, esta fiesta es la añoranza de un pasado como Imperio, pese a que todo el mundo sabe que aquellas hazañas se fraguaron a costa de la aniquilación y el expolio de pueblos, culturas y territorios. Sin embargo, desde ninguna institución del Estado se ha promovido una reflexión crítica colectiva, sino para una imposible reparación histórica, para dotar de un significado simbólico que asuma, al menos, esa 'página negra' que la celebración oficial parece, obstinadamente, querer obviar.

Panel Inicial. Recoge la diversidad de participantes, la premisa del
'buen vivir' como horizonte y las cuestiones sobre las que trabajar.
Kuña Aty significa 'encuentro de mujeres'. Hoy se celebra el Día de la Resistencia Indígena y a esta jornada -impulsada por el Centro de Documentación y Estudios (CDE) con el apoyo de la cooperación vasca- están convocadas mujeres de diferentes comunidades indígenas, sobre todo, además de mujeres paraguayas, campesinas y urbanas. Esta distinción, que puede resultar chocante, la hacen con absoluta naturalidad, sabedoras las mujeres indígenas de sus especificidades respecto a las paraguayas y conscientes las paraguayas de que las indígenas no suelen sentir lazos de identidad nacionales. El idioma que se utiliza es el guaraní. No sé si habéis caído en la cuenta del fenómeno curioso que se da en Paraguay, pero es el único lugar dónde los conquistadores han adoptado el idioma de los conquistados.

A lo largo de la historia, el poder hegemónico ha ido descubriendo que más útil que someter por la fuerza es subyugar las almas. Así, la nación paraguaya se edifica sobre una conquista amorosa: del encuentro armonioso entre el bravo y valiente hombre blanco y la bella e ingenua mujer guaraní nace ese pueblo mestizo y atlético que es el paraguayo. Más que un mito fundacional es directamente un cuento de hadas que encierra, simultáneamente, todas las pautas de la dominación colonial y patriarcal. Con razón se entiende mejor, desde cosmovisiones del sur, la necesidad de abordar las luchas emancipatorias como una descolonización de cuerpos y territorios.

Mujeres y adolescentes de las comunidades Mby'a y Aché
trabajan en grupo junto a una mujer campesina.
Una amiga me ha invitado a venir al encuentro y me limito a escuchar. Se trabaja en pequeños grupos para dar respuesta a algunas preguntas, desde el para qué de la participación de las mujeres hasta la importancia de su articulación, como mujeres y como organizaciones. Es de agradecer, no sé si sólo por mí, que hagan el esfuerzo de hablar en un castellano que no refleja, seguramente, todos los matices de lo que cada cual quiere contar. Pero en cada cuestión se ayudan y van construyendo un relato que recoge sus experiencias y expectativas comunes. Una de las mujeres del grupo al que me uno es una lideresa Aché. Ella misma reconoce en su caso el desposeimiento de su cultura: lo que ella conoce de su comunidad y de otras, como la Mby'a o la Ava Guaraní (todas de la región oriental), es fruto del estudio que ha ido realizando, pues de niña fue despojada de su entorno y socializada en una cultura ajena.
Puesta en común del trabajo en grupos.
Reclaman cosas tan sencillas como que en sus escuelas sean indígenas de su misma cultura quienes impartan clase. O que los consultorios médicos -allá donde los haya...- dispongan de una atención específica para mujeres indígenas. Ahí la cosa se extiende. Hablar de salud y mujeres es hablar de salud sexual y reproductiva. Sólo en el grupo en el que estoy hay dos adolescentes con sus bebés. Sin ninguna medida de control de la natalidad, estas crías podrían ser madres de una recua dentro de unos cuantos años. Nos cuentan que, tradicionalmente, todas las comunidades indígenas han utilizado yuyos (plantas) como anticonceptivos y abortivos. Los fallos y riesgos inherentes a estos métodos naturales se acentúan cuando se constata que es un conocimiento que están perdiendo las nuevas generaciones. La principal causa de mortalidad entre mujeres de edad fértil en Paraguay son las complicaciones derivadas de abortos mal practicados. Y pese a estas cifras, el aborto sigue penado con cárcel.
Panel de propuestas de uno de los grupos. 
Al hablar sobre la toma de decisiones sobre sexo y reproducción, una mujer campesina dice -muy seria y convencida- que, comparadas con ellas, las mujeres indígenas "son más feministas". Las explicaciones posteriores sobre ciertas costumbres aclaran los términos. La lideresa Aché nos cuenta, por ejemplo, cómo durante el embarazo la mujer puede decidir estar con cualquier otro hombre de la comunidad "porque no es ella sino el bebé el que quiere sexo". El niño o la niña sabrá en el futuro quién es su padre biológico pero cada uno de los hombres con los que su madre tuvo relaciones será responsable de su crianza.
Mujeres de las comunidades Ayoreo y Nivaclé (El Chaco). 
Muchas de las costumbres de las comunidades indígenas ponen a prueba nuestra prejuiciosa moral, modelada por siglos de cultura judeocristiana. Sin embargo, no hay que confundir la libertad sexual de la que han disfrutado las mujeres indígenas con ese otro mito del conquistador, el del Paraguay como 'paraíso de Mahoma'. Las comunidades indígenas de la región occidental levantan la admiración del resto por las duras condiciones en las que viven. A medida que han ido perdiendo sus territorios se han incorporado a los núcleos de población, donde los hombres suelen trabajar semiexplotados en las empresas que gestiona la comunidad menonita, los principales colonos de El Chaco, mientras las mujeres malviven intentando comercializar sus artesanías.

- No nos gusta lo que hacen los menonitas con nuestras hijas-, sentencia una mujer Ayorea, de cuerpo robusto y mirada triste, apoyada en su termo de tereré.

No da más explicaciones ni tampoco nadie las pide. 

martes, 2 de octubre de 2012

A la deriva...


"El poder político asocia la idea de progreso y transparencia
gubernamental con la estética funcional moderna"
Kevin Lynch

"Cualquier ciudad que pretenda ser seria debería quedar
descalificada por la presencia de un shopping"
Beatriz Sarlo


A mediados del siglo XX sólo el 40% de la población de Latinoamérica vivía en ciudades. En la actualidad este porcentaje se ha doblado y se habla de que la transición demográfica está cerrada, es decir, no habiendo ya una fuerte presión urbanizadora hacia la periferia, se ha iniciado el paulatino regreso hacia la 'ciudad construida'. En Asunción, curiosamente, coexisten en el tiempo iniciativas por dinamizar el centro histórico y una excéntrica propuesta de extender la ciudad hacia El Chaco, al otro lado del río. La ribera de Asunción es un tugurio -imaginario y real-, un espacio abandonado física y socialmente, y hay quien ve en estos proyectos una forma de redimirse del parricidio urbano que se cometió dándole la espalda al río, negando el origen mismo de la ciudad.


Plano de la ciudad de Asunción, Azara, 1786. Tomado del blog Asunción Circuitos Culturales.


Dicen que desde su fundación, un poco por casualidad, Asunción es una ciudad a la deriva. Durante la época colonial hace las veces de 'madre de ciudades', sirviendo de centro logístico para el aprovisionamiento de mercancías y población de los nuevos asentamientos urbanos en el interior del continente. Buenos Aires, a la que aquí se mira y admira tanto, le debe mucho a esta ciudad. Con la independencia, el Supremo trata de proteger al país de los intereses extranjeros, elimina los privilegios de la oligarquía españolista, suprime las órdenes religiosas y valida al Estado como único interlocutor del comercio exterior pero, involuntariamente, la nación queda condenada al aislamiento. Esta 'dictadura perpetua' rompe la organicidad de Asunción, que se convierte en estos años en algo parecido a un claustro. La apertura, la modernización y el cosmopolitismo que quiso imprimirle la familia López se vio truncada por la guerra y ahí sigue, sin levantar cabeza... Los cambios iniciados -una progresiva industrialización, una transición paulatina hacia una sociedad urbana- pillaron al país desangrándose entre las dos grandes guerras que marcan su historia reciente. Aunque por razones obvias siempre resuena con más fuerza la Triple Alianza (1864-1870) -fue una guerra imperialista de exterminio contra la autonomía económica de un pequeño país-, habría que tener presente que la Guerra del Chaco (1932-1935) contra la vecina Bolivia, ha sido el mayor conflicto bélico del siglo XX en Latinoamérica, llevándose por delante la vida de más de 90.000 personas. Cuando llega la cara más salvaje del capitalismo lo hace a un medio que sigue siendo eminentemente rural y así es cómo, según un colega de acá, este país saltó directamente de la chacra a la globalización. Y eso se nota.

Diferentes visiones de las calles del centro histórico de Asunción.


Asunción no es una ciudad amable. Es sucia, muy sucia, sucísima. Tengo mi propia teoría -sin ninguna prueba que aportar- y estaría relacionada con esa acelerada transición de modos de vida rurales a unos hábitos urbanos que, entre otras cosas, traen nuevas pautas de consumo y nuevos materiales que la gente sigue arrojando con la despreocupación de quien espera que desaparezcan o sean absorbidos por la tierra como lo han hecho siempre. A esto se une la ausencia de papeleras, o cualquier cosa que se le parezca, y un nulo mantenimiento del viario urbano, lo que obliga a no perder la vista del suelo para ir sorteando basuras y socavones. El coche la vampiriza a lo largo de la jornada laboral y la convierte en un 'no lugar' zombi a partir de las siete de la tarde y durante los fines de semana. La audaz propuesta de un metrobús para conectar los principales ejes de comunicación de la ciudad ha chocado con los intereses de quienes controlan en el país los grandes rubros legales -tierras, agronegocio, medios de comunicación, transporte público...-, por no hablar de los ilegales. No se ha desarrollado aun la conciencia de espacio público como vínculo, identidad y colectivización de rutinas cotidianas y sufre, además, fenómenos parecidos a otras ciudades latinoamericanas.

La Chacarita. Arriba a la derecha, las construcciones más asentadas de la zona alta; abajo a la izquierda, el área inundable afectada por las obras de dragado. Carteles alusivos al desacuerdo de la población con los planes de reubicación.


El centro histórico -al que está unido su historia fundacional- está en profundo proceso de decadencia: sin apenas residentes, es la zona patrimonial más rica de la ciudad pero dónde más se visibiliza la pobreza social. Siguiendo con mis teorías sui generis sin pruebas, no creo que sea casual que haya tanta casa cerrada, tanto local abandonado que ni se alquila ni se vende, tanto vacío urbano porque sí. Le auguro un futuro inminente, como ya les pasara a los centros históricos de otras tantas ciudades, de galopante gentrificación y boutiquización, es cuestión de saber esperar y de que quienes cuentan monedas detrás de esas verjas vean claro el momento... A medida que la ciudad ha ido creciendo han aparecido otras centralidades urbanas, más funcionales y adaptadas a los nuevos tiempos comerciales y financieros. El eje Mariscal López representa en esta ciudad el gran imaginario de lo corporativo, la ciudad global que sueña su conexión con el resto del mundo, aunque sea a base de repetir símbolos. Seguramente, la moda impuesta del ocio mediado por el consumo, privatizado -sólo en el barrio de Villa Morra hay ocho shopping-, tiene mucho que ver con esa muerte agónica del centro histórico de Asunción. Y el fenómeno más inquietante, el desarrollo de barrios que, sin llegar al extremo argentino, funcionan como conjuntos residenciales completamente segregados de los espacios periféricos donde transcurren las vidas olvidadas de cada vez más gente, que acaba adaptándose y adoptando formas de subsistencia al margen de las instituciones.


Zona de dagrado y acondicionamiento para el futuro paseo 'Franja Costera'.En la foto inferior derecha se puede ver el Palacio de Gobierno.


Uno de esos espacios es La Chacarita, sueño o pesadilla entre el agua y la ciudad. Esta franja sinuosa que recorre, más o menos, la zona central de la bahía es un asentamiento histórico cuyos habitantes -tanto por entretenimiento como por supervivencia- nunca perdieron el contacto con el río. Las zonas altas son las más antiguas y dónde habita una población más estable, con fuertes señas de identidad debido, entre otras cosas, al trabajo comunitario que han venido realizando diferentes organizaciones. La parte que podría calificarse 'de emergencia', ya sobre las zonas de crecidas periódicas, sustenta a grupos con menores recursos, sino directamente en situación crítica, procedentes del campo o migrantes urbanos de otros asentamientos más alejados. Y es que, ser la puerta trasera del centro histórico tiene sus ventajas: un enclave privilegiado para ejercer la variada gama de servicios informales en la vía pública. El proyecto conocido como 'Costanera Asunción' quiere devolverle a la ciudad las potencialidades naturales, paisajísticas y de uso público de sus riberas. La idea es una completa renovación urbana de la mano de un paseo costero que sirva de eje dinamizador. El problema es que las mejoras en equipamientos, saneamiento o en la calidad de vida de la población ribereña parecen el pretexto incuestionable para reubicar a una gente que no entra en la agenda oficial del desarrollo y los negocios. Quizá sean meros detalles pero las obras de dragado del río -comenzadas en septiembre de 2010- no han contemplado, de momento, medida alguna para evitar que estas áreas, hoy todavía habitadas, queden anegadas ni para compensar el daño provocado a la Reserva Ecológica Bahía de Asunción y Banco de San Miguel (según la organización conservacionista Guyra, sólo el primer año de obras hizo caer el censo de aves migratorias observadas a la mitad y, en años sucesivos, su presencia ha sido casi testimonial).


Si, en el mejor de los casos, el nuevo eje de la Costanera no levanta un 'muro' de torres corporativas que acaben cerrando la salida natural del centro histórico hacia el río, suponiendo que la renovación urbana consiga tejer un espacio público a la medida de la población y no una mera vía de tránsito motorizado, ¿tendrá Asunción que ofrecer algo más como proyecto urbano que 'consumir más' y 'consumir más ciudad'? ¿Quiénes tendrán verdadero acceso a esa ciudad? ¿Cuál será el perfil humano de ese modelo urbano?...

'La Catedral', de Ignacio Núñez Soler, 1980. Tomado de Portal Guaraní.


Fachada de la Estación de Ferrocarril de Asunción (1859-64), máximo exponente del potencial tecnológico del país a mediados del siglo XIX.


Hotel Guaraní. Inaugurado por Stroessner en 1961 (aun conserva la placa en el hall de entrada), es todo un símbolo que recoge lo mejor de la tradición arquitectónica colonial -su frente de fachada-azotea- con una sobria factura moderna.


martes, 4 de septiembre de 2012

El Impenetrable


Paraguay tiene una superficie de 406.752 Km2. Esto según los datos sobre el terreno, porque la información catastral dice que el país cuenta con 520.000 Km2 en títulos de propiedad. Es una diferencia abultada... (para hacerse una idea, como si a España le recortáramos, más o menos, la superficie que suman Castilla y León, Asturias y Cantabria juntas). Durante la dictadura de Stroessner (1954-1989) hubo un importante reparto de tierras entre las clases dirigentes (militares, políticos, altos funcionarios...) que, con el paso del tiempo, se han ido parcelando y revendiendo. Se trataría de procedimientos nulos, a sabiendas de que los perceptores de esas tierras no eran sujetos de la Reforma Agraria. El Estatuto Agrario excluye expresamente como tales a quienes posean más de 100 hectáreas de tierras rurales, a los funcionarios públicos y, según la 'ley de frontera', a los nacionales de Argentina, Brasil y Bolivia en la franja de 50 Km a partir de los límites territoriales del Paraguay. Si el estado tenía que facilitar el acceso de la población campesina a la propiedad de la tierra, la realidad es que el Instituto de Bienestar Rural (IBR) -organismo responsable de dicha tarea durante la dictadura- actuó más bien a modo de 'agencia inmobiliaria' discrecional, dando como resultado el quilombo actual: títulos de propiedad múltiples sobre un mismo territorio. Es lo que acá se conoce como 'tierras malhabidas'.

El Instituto Nacional de Desarrollo Rural y de la Tierra (INDERT), heredero en democracia del antiguo IBR, presenta a Fernando Lugo en septiembre de 2008 -apenas un mes después de tomar posesión como presidente- un informe sobre las tierras malhabidas, donde se detallan los nombres y apellidos de los propietarios, la superficie que poseen, en qué departamento y hasta el número de finca y título de propiedad. De las más de 12 millones de hectáreas que el estado paraguayo ha venido adjudicando desde 1954, casi 8 millones lo han hecho saltándose la legislación sobre tierras agrarias. Paraguay no sólo no ha hecho efectiva reforma agraria ninguna, sino que el proceso de concentración de la tierra y la pobreza rural no han hecho más que aumentar a lo largo de medio siglo. En palabras del sociólogo Domingo Rivarola, Paraguay alcanza en los años 70 "el punto de inflexión en el ocaso de la sociedad rural".

Durante esa década se dirimía la ocupación y expansión de los espacios fronterizos entre Brasil y los países vecinos. Al incentivo de sus políticas nacionales de migración y colonización se sumó, en el caso de Paraguay, la casi ausencia de estado y la complicidad de la dictadura para favorecer el asentamiento de población brasileña de ascendencia europea. Son los llamados 'brasiguayos'. Considerándose auténticos pioneros, reproducen ese discurso típicamente colonialista según el cual ellos trajeron el progreso a zonas que antes sólo eran bosque. Esta expansión también se apoya en la imagen del brasilero 'trabajador' frente al 'haragán' paraguayo, fruto del choque entre dos culturas productivas distintas, la de la moral capitalista del trabajo y la de una agricultura campesina comunitaria -cuyo origen habría que buscar en las comunidades indígenas-, choque en el que está claro quien ha salido ganando. Dice John Berger en su delicioso libro 'Puerca Tierra' que, aunque por razones políticas lo llamemos 'modernización', la revolución verde ha planificado la desaparición del campesinado a lo largo y ancho del globo.

Tranquilo Favero es el principal productor de soja de Paraguay. Se estima que posee cerca de dos millones de hectáreas, lo que le convierte en el mayor propietario de tierras y, seguramente, en el hombre más poderoso del país. Es brasileño. A la muerte de su padre -un funcionario de la Embajada de Italia en tiempos de la dictadura-, Daniele Incalcaterra hereda 5.000 hectáreas en El Chaco. Este vasto territorio que se extiende al oeste del río Paraguay representa el 61% de la superficie del país y alberga sólo a un 3% de su población. Los diferentes gobiernos, desde Rodríguez de Francia, pasando por 'los López' y hasta la dictadura, han incentivado -sin demasiado éxito- el asentamiento de colonias. Es el territorio ancestral de diferentes comunidades indígenas, entre ellas, la Guaraní Ñandeva. Un villano, un héroe y una noble causa, los ingredientes para un relato épico en el último territorio de frontera del Paraguay. Esta es la trama de 'El Impenetrable', un documental dónde su protagonista y director narra la peripecia personal de un sueño ingenuo: devolverle la tierra a su pueblo originario.


Si desde hace tres décadas se viene dando la sojarización del territorio oriental, ahora la vista se tiene puesta en las riquezas que alberga 'el impenetrable', el nombre que dan sus pobladores al inhóspito y hostil Chaco. Este carácter, amén de unos suelos salinos que lo hacen impracticable para la agricultura, lo han mantenido alejado de la mirada ambiciosa del desarrollismo. Hasta que modernas técnicas han hecho posible la detección de bolsas de hidrocarburos, por una parte, y se haya empezado a valorar, por otra, su uso como complemento perfecto del agronegocio: la ganadería. El héroe de nuestra película tiene que enfrentarse al largo y costoso proceso que supone, pese a su legalidad, el reconocimiento de la propiedad de sus tierras. La 'mensura judicial' supone llevar sobre el terreno, en presencia del juez, a las partes en litigio y, tras medir las tierras y contrastar los títulos de propiedad con las leyes en vigor en el momento de la compraventa, determinar quién es el propietario legítimo. La administración de justicia es una de las instituciones más corruptas del país.

Durante los primeros años de su mandato, Lugo pasó de puntillas por este problema, haciendo hincapié en otras prioridades, como la de instituir una atención primaria gratuita, basada en una gestión comunitaria de la sanidad. Las clases poderosas suelen sentirse incómodas criticando la extensión de derechos universales. Ocurre, sin embargo, que para hacer efectivos algunos derechos es necesario remover los privilegios sobre los que se sustentan. Y hasta ahí podíamos llegar...

* Notas:
- Hace unos días han presentado el documental fuera de concurso en Venecia. Así que, 'seminceros', estad al loro por si se deja ver por allá...
- Si queréis profundizar más sobre este tema podéis descargaros el libro 'Extranjerización del territorio paraguayo', de Marcos Glauser.

viernes, 10 de agosto de 2012

El buen vivir


La realidad no es así, la realidad está así. Y está así no porque
ella quiera, ninguna realidad es dueña de sí misma;
esta realidad está así porque estando así sirve a determinados
intereses de poder. Nuestra lucha es por cambiar
esta realidad y no acomodarnos a ella.
Paulo Freire, 'El grito manso'

Al fin y al cabo somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.
Eduardo Galeano, 'El libro de los abrazos'


Todas las mañanas los veo en la esquina de casa. Creo que ninguno pasa de los veinte años y, sin embargo, tienen a dos nenitas a su cargo. Aunque tiene el pelo corto, él suele llevar una especie de gorro de lana anudado a modo de turbante, ella una pequeña coleta que recoge unas greñas quemadas por el sol. Tiene unos ojos enormes y, si no fuera por la mugre que lleva a cuestas, es fácil ver a la hermosa adolescente que todavía es. La zona está muy transitada así que supongo que es un buen sitio para ganarse la vida. Son lavacoches. Pañuelo en alto llaman la atención de los autos. Cuando paran, se reparten el trabajo, él lustra el coche por fuera y ella lo adecenta por dentro. Mientras tanto, las dos niñas juegan con cualquier resto de basura que encuentran por el suelo. La mayor debe de tener unos cuatro años -ha heredado los ojos de su madre- y la pequeña aun no se tiene en pie. Cuando no hay trabajo se sientan junto a un cuadro de luces que hay en la acera, siempre soleada. A veces, mientras la pequeña duerme apoyada sobre una tabla de madera, entre los dos se afanan por despiojar a su hija mayor. Si regreso a media tarde aun los veo en su 'lugar' de trabajo. Pero si la tienda de café, a un lado, o el pequeño copetín, al otro, han cerrado sé que ha terminado su jornada laboral.

Casi un 22% de la población activa en Paraguay está subempleada, es decir, trabaja menos de treinta horas a la semana o cobra por debajo del salario mínimo. El porcentaje, sin embargo, no refleja la obviedad de que la mayor parte de esos trabajos pertenece al llamado 'sector informal', trabajos no reconocidos ni protegidos por ningún marco legal, o sea, trabajos 'sin': sin contrato, sin cobertura social, sin prestaciones. En Asunción, son cerca de 300.000 las personas subempleadas. Dar con las cifras de la informalidad debe de ser algo más complejo a pesar de que aquí, a cada paso, te cruces con ella. Además de lavacoches, hay mujeres con sus puestitos de fruta y hombres que machacan y venden yuyos -las hierbas de diferentes propiedades que cada cual añade al tereré-, hay adolescentes que se medio juegan la vida vendiendo fruta entre los coches que circulan por las grandes avenidas y están los que se tiran en marcha del colectivo con la frustración de no haber colocado sus más variadas mercancías, sean manuales de redacción, cepillos de dientes, galletas o remedios milagrosos. Y también hay limpiabotas. Quizá sea una estupidez pero me resulta bastante despreciable ver a una persona sentada en esa especie de trono -que hay en algunas plazas de Asunción- mientras consiente que otro ser humano le abrillante los zapatos en semejante postura de postración. En el mejor de los casos, quien soporta el gesto de sometimiento es otro adulto. Pero es frecuente que quienes trabajan en este 'informal' gremio no pasen de los doce años.

Diego es carritero. Se gana la vida rebuscando en la basura los materiales que tienen cierto valor en el mercado del reciclaje. Cada día hace unos cuatro viajes con su carrito hasta un almacén que hay entre las calles Chile y 1ª Proyectada, donde con otros cuatro compañeros clasifican los materiales -cartón, plásticos y metal- para venderlos a un intermediario. Con su gesto desdentado me cuenta que trabaja unas doce horas al día pero que no se vive mal... En esta vida todo es relativo así que, comparada con la de los gancheros, la de Diego es una tarea hasta llevadera. Toda la basura del Gran Asunción (la capital más su área metropolitana que incluye otros 11 municipios) se lleva al vertedero de Cateura. Allí hay personas que también trabajan de manera informal, escudriñando con sus ganchos, entre las 1.200 toneladas de basura que diariamente entran, en busca de los codiciados materiales reciclables que no hayan seleccionado, previamente, gente como Diego.

Pensando en las vidas cotidianas de estas personas, imaginando sus limitados horizontes..., resulta casi ofensivo que haya economistas que conceptualicen el sector informal como el deseo de parte de las masas asalariadas de cambiar al autoempleo para aumentar sus ingresos, en lugar de analizarlo como el resultado de un esfuerzo sistemático por parte de los sectores formales de evadirse de sus obligaciones legales. Dicho de otro modo, la informalidad sería funcional al engranaje capitalista de acumulación de riqueza de la economía formal.

Según la OCDE, la informalidad afecta en Latinoamérica a la mitad de la población trabajadora. Con razón se dice que la expresión de las desigualdades y la exclusión en el continente no hay que buscarla en las cifras de desempleo, sino en el subempleo y la informalidad. En el caso concreto de Paraguay, y bajo una mirada de género, más del 80% de las mujeres trabaja sin contrato. Dice Bernardo Toro que uno de los indicadores de la pobreza es no estar organizada. Y pese a ello, hay un sujeto variado, integrado por gente del campo y la ciudad, por hombres y mujeres campesinas sometidas a la lógica mercantil, por poblaciones indígenas en busca de una tierra perdida, por el universo de informales urbanos y rurales, por ex obreros desempleados crónica e irreversiblemente... Este sujeto diverso -como el propio continente-, al que hay quien califica de "probetariado", es el sujeto político llamado a la transformación de las sociedades latinoamericanas.


miércoles, 11 de julio de 2012

Bañado Tacumbú


Asunción está asentada sobre suaves colinas que la han protegido de las crecidas naturales del río Paraguay. La franja costera que se extiende desde el Jardín Botánico, al noroeste, hasta más allá de Tacumbú, al sur, es lo que aquí llaman los Bañados, zonas inundables en las que viven, o sobreviven, más de cien mil personas en condiciones  bastante precarias. Mientras conduce, Pedro nos cuenta la historia del barrio: uno de los asentamientos de aluvión formado por las sucesivas oleadas migratorias de quienes, desposeídos de la tierra, optaron por buscar suerte en la ciudad.

Son pasadas las seis de la tarde, es de noche, llueve y apenas vemos por las ventanillas del coche 'la parte noble' del barrio. El hule, las chapas y las cuerdas han ido dejando paso a otros materiales de construcción que, sin embargo, no mejoran el lustre de las humildes casas.

- Entrar en el barrio no tiene pérdida-, nos dice Pedro. Circulamos por la única vía asfaltada, construida por los propios vecinos. Si girásemos a izquierda o derecha, entraríamos en calles de barro que un día como hoy, en que no ha parado de llover, habrá dejado impracticables. Si la sigues hasta el final, desemboca en el río. Hace años Pedro trabajó en el barrio en la creación de la cooperativa de pescadores. Por eso cuando nos bajamos del auto, empieza a hablar con toda naturalidad en guaraní con un hombre que está arreglando sus redes junto a la orilla. Una mujer mayor sale de una casa y Pedro la invita, también en guaraní, a que se acerque al centro comunitario. Ella responde algo, en un tono sollozante, y regresamos por dónde hemos venido. La mujer está delicada del corazón y no quiere ir a ver a Lugo porque no lo soportaría: -Ya lloré mucho el día del golpe...-, le ha dicho.

A las siete de la tarde está previsto que comience en el centro comunitario el 'ñemongueta guasu', una especie de micrófono abierto en que líderes locales y personas anónimas ponen en común, con la presencia de políticos, sus inquietudes. El de hoy, sin embargo, es especial porque se ha preparado para que el barrio brinde su apoyo al depuesto presidente, el primero que puso la vista en sus problemas. Lugo habla en yopará, una mezcla de español y guaraní que apenas permite seguir el hilo del discurso. Intuyo que hace un repaso a lo que la acción de su gobierno ha significado para el barrio porque cada frase es respondida por la gente al grito de '¡Cierto!'. Un grupo de jóvenes reivindica la identidad de un barrio estigmatizado por los medios de comunicación. Una trabajadora comunitaria relata la labor de las dos Unidades de Salud Familiar, que atienden a casi 1.800 familias en el barrio. Y no sólo en salud, también es importante concienciar a la población sobre prevención -en una zona sometida a inundaciones cíclicas y auténtico vivero de dengue-, en capacitación, para que sean los propios habitantes del barrio quienes se integren en la red de salud con visitas domiciliarias, o en atención psicológica.

Cuando toma la palabra el paí Velasco, en un turno que no parece gustarle, la comunidad queda muda. Lugo, sentado, no para de tomar notas. Detrás, siempre atento, su consejero y amigo personal, Marcial Congo, se ha calado para la ocasión una gorra negra con la estrella revolucionaria. El padre Velasco no mira atrás. Aprovecha la presencia de cuatro de los candidatos del frente progresista para hacerles una exigencia inmediata de consenso y pedirles sacrificios personales para lograr una candidatura única.


- Sé que supone una gran renuncia para ustedes pero los pobres renunciamos cada día a todo para seguir viviendo-, avisa el paí Velasco, y pienso que quienes hemos ido a colegio de curas hacemos un viaje a nuestra niñez y nos sentimos bajo la reprimenda de una voz que no se quiebra para continuar: - Si no, no vengan a pedirnos a los pobres nuestro apoyo. 

Se pueden hacer muchas críticas a Lugo. La principal, no acometer -en un país con más del 40% de población rural y un 80% de la tierra cultivable concentrada en un 2% de la población- la reforma agraria. Pero algo ha cambiado en sus años de gobierno. Un pueblo acostumbrado a obedecer ha descubierto que la salud, la educación, la justicia..., no son dádivas concedidas graciosamente por un poder clientelar. Los pobres en Paraguay han aprendido que tienen derechos.



domingo, 1 de julio de 2012

El país de la sopa dura


Cuentan que 'Don Carlos' (Carlos Antonio López, primer presidente constitucional de Paraguay) era muy aficionado a la sopa paraguaya, elaborada con leche, harina de maíz, huevo y queso paraguayo. En un descuido, a su cocinera se le fue la mano con la harina y, viendo que ya no tenía remedio, optó por meter la mezcla al horno de barro. Este es, según la leyenda, el origen de la 'sopa dura' o 'sopa paraguaya' que, en su versión actual, incorpora cebolla y grasa de cerdo (o aceite vegetal, en el mejor de los casos) dando como resultado una especie de pan algo dulce o, según se mire, bizcocho algo salado.

Acá las cosas han vuelto a la cotidianeidad, si es que en algún momento ésta se perdió...

La Libroferia -que suspendió sus actividades a raíz de la crisis política- recuperó su ritmo y hemos aprovechado para ponernos un poco al día en literatura paraguaya (mi horizonte empezaba y terminaba en Roa Bastos). Me recomiendan a Helio Vera. La peculiar sopa dura le sirvió de alegoría para hacer un retrato sarcástico de lo que él denominaba el 'homo paraguayensis'. En cada país, ya sabemos, existen una serie de mitos sobre la identidad nacional que retorcidos, como es el caso, pueden explicar en clave antropológica, cultural, social e histórica, algunas de sus lacras. Así, las instituciones que definen la estructura social del Paraguay -la amistad, el parentesco y el compadrazgo- están en la base, según este autor, de la pobreza cultural del país. En un mundo globalizado y postmoderno, aquí siguen rigiendo modelos feudales, con la figura del 'caudillo' y la visión del estado como un botín, fruto de una corrupción e impunidad casi endémicas.

Antes de venir aquí me leí una novela histórica -que encontré en la biblioteca pública- ambientada en el país. Se titula 'Noticias desde Paraguay' (no le di muchas vueltas al título del blog...) y es un folletín que recrea la historia entre el mariscal López -el hijo de 'Don Carlos'- y su amante, madame Lynch, con la Guerra de la Triple Alianza como telón de fondo. En aquella guerra, en la que la población del país quedó diezmada a menos de la mitad, Paraguay perdió buena parte de su territorio frente a Brasil, Argentina y Uruguay. Aun hoy, sigue siendo un lugar común patriótico para el conservadurismo paraguayo.

Conjunto escultórico en Avda. Mariscal López en recuerdo
a quienes dieron su vida en la Guerra Grande.
El ambiente que se respira en el país, pese a las manifestaciones que se suceden en contra del golpe -la última con tintes de 'masa crítica' recorrió el centro de Asunción ayer sábado-, es de una tranquila resignación. Queda esperar a que las fuerzas de izquierda sean capaces de acercar posturas en un frente que concurra unitariamente a las elecciones del 2013. Porque como se apele -como apuntaba Helio Vera- a otro de los mitos nacionales, en este caso el Yvymarae´ÿ, la prodigiosa 'Tierra sin Mal' de los guaraníes, "donde el maíz crece solo y los hombres son inmortales", es probable que se haga realidad, a la vista de los hechos, aquello que él decía de que 'la justicia tarda pero no llega'...

Una de las múltiples pintadas en contra
de los terratenientes del agronegocio.

martes, 26 de junio de 2012

Marina y la lucha de clases


"Vea usted don Pedro, precisamente porque la fuerza de las cosas tiende sin cesar a destruir la igualdad, la fuerza de la Revolución debe siempre tender a mantenerla: que ninguno sea lo bastante rico para comprar a otro, y ninguno lo bastante pobre para verse obligado a venderse"
Yo el Supremo, Augusto Roa Bastos

Marina se levanta muy temprano. Agarra un colectivo en su ciudad a las cinco de la mañana y luego otro que la deja en Asunción para entrar a trabajar a las siete. Cuando le enseñé el plano que había comprado el día anterior con los barrios y ciudades colindantes de la capital me dijo que dónde ella vivía -más allá de Ñemby- no venía en el mapa. Marina limpia dos bloques de departamentos alquilados a trabajadores extranjeros. Cada día de la semana combina la limpieza de los departamentos de uno y otro edificio con las tareas completas -limpiar, cocinar, planchar...- en la casa de la hija de la dueña. La propietaria de ambos bloques es viuda. Durante el juicio político a Lugo sale por la tele Tito Saguier y me cuenta que el difunto marido era hermano del senador. Son una familia de juristas.

- Saben las leyes pero no hacen las leyes-, me dice Marina.

Marina tiene tres hijos. Su hija mayor es casi una mujer, tiene catorce años. La tuvo muy joven. Con su actual pareja ha tenido otros dos, una niña, que ahora tiene siete años, y el varón -como dice con un puntito de orgullo-, de dos. Marina acaba de trabajar sobre las cinco de la tarde y agarra de nuevo los colectivos que tardarán no menos de dos horas en dejarla en su casa. Para que ella pueda venir a trabajar a la capital tiene que pagarle un 'sueldito' a otra mujer para que cuide de su hijo pequeño.

Antes, Marina trabajaba sietes días a la semana, de lunes a domingo, sin descansos ni feriados. Cuando nació el pequeño, le pidió a su jefa más tiempo para poder dedicárselo pero no accedió y Marina tuvo que dejar el trabajo. Con el tiempo, sin embargo, tuvo que volver. Ahora, sólo trabaja de lunes a viernes pero cobra por días. Ni entonces ni ahora, la dueña de los bloques de departamentos le ha hecho contrato ni le paga ningún seguro médico. Uno de los cargos contra Lugo en el juicio político fue el de “complacencia con la agitación agrícola y fomentar la lucha de clases”.