viernes, 10 de agosto de 2012

El buen vivir


La realidad no es así, la realidad está así. Y está así no porque
ella quiera, ninguna realidad es dueña de sí misma;
esta realidad está así porque estando así sirve a determinados
intereses de poder. Nuestra lucha es por cambiar
esta realidad y no acomodarnos a ella.
Paulo Freire, 'El grito manso'

Al fin y al cabo somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.
Eduardo Galeano, 'El libro de los abrazos'


Todas las mañanas los veo en la esquina de casa. Creo que ninguno pasa de los veinte años y, sin embargo, tienen a dos nenitas a su cargo. Aunque tiene el pelo corto, él suele llevar una especie de gorro de lana anudado a modo de turbante, ella una pequeña coleta que recoge unas greñas quemadas por el sol. Tiene unos ojos enormes y, si no fuera por la mugre que lleva a cuestas, es fácil ver a la hermosa adolescente que todavía es. La zona está muy transitada así que supongo que es un buen sitio para ganarse la vida. Son lavacoches. Pañuelo en alto llaman la atención de los autos. Cuando paran, se reparten el trabajo, él lustra el coche por fuera y ella lo adecenta por dentro. Mientras tanto, las dos niñas juegan con cualquier resto de basura que encuentran por el suelo. La mayor debe de tener unos cuatro años -ha heredado los ojos de su madre- y la pequeña aun no se tiene en pie. Cuando no hay trabajo se sientan junto a un cuadro de luces que hay en la acera, siempre soleada. A veces, mientras la pequeña duerme apoyada sobre una tabla de madera, entre los dos se afanan por despiojar a su hija mayor. Si regreso a media tarde aun los veo en su 'lugar' de trabajo. Pero si la tienda de café, a un lado, o el pequeño copetín, al otro, han cerrado sé que ha terminado su jornada laboral.

Casi un 22% de la población activa en Paraguay está subempleada, es decir, trabaja menos de treinta horas a la semana o cobra por debajo del salario mínimo. El porcentaje, sin embargo, no refleja la obviedad de que la mayor parte de esos trabajos pertenece al llamado 'sector informal', trabajos no reconocidos ni protegidos por ningún marco legal, o sea, trabajos 'sin': sin contrato, sin cobertura social, sin prestaciones. En Asunción, son cerca de 300.000 las personas subempleadas. Dar con las cifras de la informalidad debe de ser algo más complejo a pesar de que aquí, a cada paso, te cruces con ella. Además de lavacoches, hay mujeres con sus puestitos de fruta y hombres que machacan y venden yuyos -las hierbas de diferentes propiedades que cada cual añade al tereré-, hay adolescentes que se medio juegan la vida vendiendo fruta entre los coches que circulan por las grandes avenidas y están los que se tiran en marcha del colectivo con la frustración de no haber colocado sus más variadas mercancías, sean manuales de redacción, cepillos de dientes, galletas o remedios milagrosos. Y también hay limpiabotas. Quizá sea una estupidez pero me resulta bastante despreciable ver a una persona sentada en esa especie de trono -que hay en algunas plazas de Asunción- mientras consiente que otro ser humano le abrillante los zapatos en semejante postura de postración. En el mejor de los casos, quien soporta el gesto de sometimiento es otro adulto. Pero es frecuente que quienes trabajan en este 'informal' gremio no pasen de los doce años.

Diego es carritero. Se gana la vida rebuscando en la basura los materiales que tienen cierto valor en el mercado del reciclaje. Cada día hace unos cuatro viajes con su carrito hasta un almacén que hay entre las calles Chile y 1ª Proyectada, donde con otros cuatro compañeros clasifican los materiales -cartón, plásticos y metal- para venderlos a un intermediario. Con su gesto desdentado me cuenta que trabaja unas doce horas al día pero que no se vive mal... En esta vida todo es relativo así que, comparada con la de los gancheros, la de Diego es una tarea hasta llevadera. Toda la basura del Gran Asunción (la capital más su área metropolitana que incluye otros 11 municipios) se lleva al vertedero de Cateura. Allí hay personas que también trabajan de manera informal, escudriñando con sus ganchos, entre las 1.200 toneladas de basura que diariamente entran, en busca de los codiciados materiales reciclables que no hayan seleccionado, previamente, gente como Diego.

Pensando en las vidas cotidianas de estas personas, imaginando sus limitados horizontes..., resulta casi ofensivo que haya economistas que conceptualicen el sector informal como el deseo de parte de las masas asalariadas de cambiar al autoempleo para aumentar sus ingresos, en lugar de analizarlo como el resultado de un esfuerzo sistemático por parte de los sectores formales de evadirse de sus obligaciones legales. Dicho de otro modo, la informalidad sería funcional al engranaje capitalista de acumulación de riqueza de la economía formal.

Según la OCDE, la informalidad afecta en Latinoamérica a la mitad de la población trabajadora. Con razón se dice que la expresión de las desigualdades y la exclusión en el continente no hay que buscarla en las cifras de desempleo, sino en el subempleo y la informalidad. En el caso concreto de Paraguay, y bajo una mirada de género, más del 80% de las mujeres trabaja sin contrato. Dice Bernardo Toro que uno de los indicadores de la pobreza es no estar organizada. Y pese a ello, hay un sujeto variado, integrado por gente del campo y la ciudad, por hombres y mujeres campesinas sometidas a la lógica mercantil, por poblaciones indígenas en busca de una tierra perdida, por el universo de informales urbanos y rurales, por ex obreros desempleados crónica e irreversiblemente... Este sujeto diverso -como el propio continente-, al que hay quien califica de "probetariado", es el sujeto político llamado a la transformación de las sociedades latinoamericanas.