martes, 28 de julio de 2015

Ysyry


En enero de 2015 el gobierno paraguayo decretó el estado de emergencia en Concepción, San Pedro y Canindeyú. La medida venía justificada por el abandono al que habían sido sometidos estos departamentos por parte del Estado durante los últimos 60 años. Su resistencia a la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989) fue, efectivamente, premiada con la ausencia de inversiones e infraestructuras. Pero lo que lastra su desarrollo, además de carencias básicas como el acceso al agua, es una complicada mezcla de factores. Son regiones en las que el movimiento campesino sigue gozando de gran fuerza pero donde las acciones del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) parecieran diseñadas para criminalizar las luchas por la tierra y justificar la militarización de zonas donde se juegan los intereses del narcotráfico y del agronegocio.

Y significa agua en guaraní.

Paraguay es un país de contrastes. Por ejemplo, la disponibilidad media de agua por habitante es de las más altas del mundo –está atravesado por el caudaloso río que le da nombre y la mitad de su territorio se asienta sobre el acuífero ‘Guaraní’, la mayor reserva de agua dulce del planeta y cuya principal área de descarga y recarga natural está ubicada en el corredor que ocupa la ‘triple frontera’ entre Paraguay, Brasil y Argentina- pero tiene los peores índices de abastecimiento de agua de toda Sudamérica. El panorama del agua puede verse como una expresión concreta de la ingobernabilidad política de este país. Con el decreto de emergencia de enero pasado, el presidente de la República solicita un informe sobre el acceso al agua en los tres departamentos y, a continuación, entra en ‘shock’: el número de organismos involucrados (y descoordinados) en su gestión es tal que resulta imposible cuadrar datos.

Yvy significa suelo, tierra. El Yvy Marãe’y es el mito guaraní de la ‘tierra sin mal’.

En 2000, en el contexto de ‘las guerras del agua’ que cruzaban de sur a norte el continente, Paraguay no se libró de las presiones del FMI y del Banco Mundial que condicionaban sus créditos a la privatización de servicios públicos. Se promulga entonces la que se conoce como ‘ley ERSSAN’ (Ente Regulador de Servicios Sanitarios) que, en un intento de reordenar el sector del agua para hacerlo más eficiente, trajo la amenaza de la privatización de la prestación del servicio e ignoró en su marco regulatorio a las Juntas de Saneamiento. Dos años después, se sanciona la ley de recursos hídricos (aún hoy sin reglamento que la desarrolle) que reconocía la potestad del Estado para establecer como dominio privado un bien de dominio público, o sea, no se hablaba ya de la privatización del servicio sino de la titularidad misma del agua.

Yvyra es madera y también designa en guaraní al tronco de los árboles.

En Paraguay solo el 67% de la población tiene acceso a agua potable, un 55% en red –dándose aún enormes diferencias entre áreas urbanas y rurales-, y casi el 90% de la población carece de sistema de saneamiento. Más de la mitad de la población que dispone de agua corriente en sus hogares lo hace gracias a las Organizaciones Comunitarias de Servicio de Agua (OCSAS), de ahí la importancia en sus áreas de competencia, zonas rurales y municipios menores a 10.000 habitantes. Entre estas organizaciones están las Juntas de Saneamiento, promovidas por el Servicio Nacional de Saneamiento Ambiental (SENASA); y las conocidas como Comisiones de Agua, creadas por otras instancias gubernamentales (Gobernaciones, Municipalidades, Itaipú…). Puede parecer romántico todo lo que suene a ‘comunitario’ pero estas organizaciones son la necesidad –el aislamiento histórico de gran parte del interior del país y la ausencia de un Estado fuerte capaz de cubrir unas mínimas condiciones de vida- convertida en virtud. En la práctica, se trata de un sector atomizado con graves problemas de solvencia económica: las diferentes instituciones que promueven su creación ejecutan la obra pero no invierten en el mantenimiento de la infraestructura, a lo que se suma una altísima tasa de morosidad, dado el arraigo de la cultura guaraní al agua y a la idea de su abundancia, y presumiendo el libre acceso a ella.

Yvyra mata es la forma en que se denomina genéricamente árbol y también bosque en guaraní.

En 2002, en Paraguay se dio una movilización singular, de carácter nacional -y no local, como ocurrió en Bolivia o Perú- y multisectorial, logrando que la suma de organizaciones sociales y políticas, cristalizada en el llamado Congreso Democrático del Pueblo, echara para atrás la Ley de Privatización de Empresas Públicas. La ‘ley ERSSAN’ también sufrió cambios de calado: se contuvo la privatización del servicio estatal de agua, que pasó a ser una empresa pública, y se reconoció a las Juntas de Saneamiento como entes subsidiarios en la prestación del servicio. El intento de imitar aquellas movilizaciones una década después no sirvió, sin embargo, para frenar la aprobación de la conocida como Alianza Público Privada, una de las primeras medidas de Horacio Cartes tras ganar las elecciones generales en abril de 2013.

Ysyry significa ‘agua que corre’ y sirve para referirse a ríos y arroyos.

La verdad es que cuesta imaginar el interés de un ente financiero internacional en organizaciones comunitarias con escasa capacidad de gestión y sin apenas recursos. Pero al poco tiempo, el Banco Mundial viene a decirle, sottovoce, a Paraguay que ponga orden en juntas y comisiones de agua si quiere recibir plata. Ahora mismo, en la gestión comunitaria del agua están presentes acá todos los ‘lobos con piel de cordero’, desde AVINA, pasando por la Coca-Cola y la USAID. Su toma de tierra local son las organizaciones no gubernamentales. Y así, no es de extrañar que un líder comunitario, fogueado en las luchas de la década pasada, lance en una reunión la duda de si no estarán siendo aquellas los involuntarios pyragües –chismoso, pero aún más peyorativo al referirse con este término a los delatores en la dictadura- de las corporaciones privadas. Hay un dicho guaraní que dice ñande ndaikatúi jake jararándie petei tupápe (imposible compartir la cama con una serpiente venenosa).

Una amiga que trabaja con la comunidad Pãi Tavyterã me cuenta que ysyry tiene otra acepción para este pueblo. Es difícil hacer una traducción de una cosmovisión a otra porque lo que definimos probablemente tampoco corresponda a los mismos conceptos. Pero asociando el agua a lo que da vida, se podría traducir como ‘la vida que fluye’ y sirve para designar algo parecido a lo que en nuestra cultura llamaríamos ‘feminidad’, en un sentido fuerte de genealogía y sabiduría ancestrales.


*Gracias a Ethel Rojas por mostrarme cómo en guaraní se construyen a partir de la raíz y (agua), de manera casi secuencial, las palabras que designan todo aquello que nace de ella.

Hemos hecho un concurso de ideas entre el equipo de campo para traducir (y resumir) el nombre del proyecto en el que trabajo.
Los requisitos eran solo dos: que transmitiera la idea de participación y que la expatriada fuese capaz de pronunciarlo ;-)...
Montse nos ha diseñado este logo tan chulo para abrazar al 'Trabajemos por nuestra agua' (ya me sale de corrido).